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Mª Teresa Muñoz Capel presentando a Luis García Montero |
Buenas tardes a todos y a todas. Un año más, estamos aquí, en la decimotercera Aula de Poesía que con tantísima ilusión organiza nuestro profesor de lengua y gran amante de la literatura, Juan Javier Ortigosa, con nuestro cuadernillo en la mano, y la incertidumbre de “saber qué nos va a contar el poeta que viene hoy”. Ahora lo hacemos, y no por primera vez, de la mano del poeta y catedrático de la Universidad de Granada, Luis García Montero, que ya compartió su poesía con alumnos de este centro allá por el año 2001.
Yo sé que algunos de vosotros estaréis expectantes por saber qué se esconde entre las páginas de este cuadernillo. Por otro lado, también entiendo, que a muchos, quizá la mayoría, les resulte indiferente y, sin embargo, también sé que si escucháis, vuestra actitud al salir de aquí habrá cambiado. Porque yo he estado cuatro, cinco, seis, no sé cuántas veces…, en varias ediciones sentada donde estáis vosotros. Y para mí, desde luego, era mucho mejor asistir al Aula de Poesía que dar una clase de matemáticas, lengua o inglés. Sin embargo, eso de la poesía no me convencía, como quizá hoy no os convenza a vosotros. -¡Versos!- pensaba, -¡estrofas, rimas, metáforas!- e infinidad de recursos poéticos que me parecían más que enrevesados. -¡Qué sinsentido, vaya cursilada!- decía entonces, y -¡qué ingenua!- pienso ahora, porque la poesía no es un tumulto de palabras bien colocadas de tal forma que al leerlo suenen bien, ni todos los poetas se lo pusieron tan difícil al lector como lo hizo Gongóra, no. La poesía no tiene límites, va mucho más allá y eso es lo mejor. A nosotros nos enseñan, tal y como pone en los libros de texto, que se trata de una manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra -¡ojo!- en verso o en prosa, y esto compañeros, lo hacéis vosotros cada día. De una u otra manera, todos alguna vez habéis intentado expresar vuestros sentimientos de una forma bonita, de una forma que llegue, y yo lo sé porque no lo hacéis en otro sitio que en las redes sociales. Eso también es poesía, de calidad o no, bueno, habrá quien lo discuta, pero todos tenemos inquietudes, preocupaciones, recuerdos, anhelos, deseos e inspiraciones que tratamos de manifestar. La poesía es un duendecillo que todos poseemos en nuestro interior, al que muchos se niegan a sacar y al que otros no le prestan la mayor atención. Pero está, os aseguro que está.
Decía Miguel de Cervantes: “El año que es abundante de poesía, suele serlo de hambre”. ¿No es trasladable a lo que ocurre hoy? En situaciones como ésta, valoramos cualquier detalle. Las circunstancias nos invitan a reflexionar, aquellos que mantenían sus mentes ocupadas en otros afanes, comienzan a ser críticos, a ver la esencia de las cosas, la simplicidad de lo bello, frente a la complejidad de la que solíamos hacer uso. Escribir, leer o escuchar poesía es una tarea estimulante, se disfruta especialmente cuando nos vemos reflejados en ella, y más aún cuando la sentimos como propia.
Sin embargo, a casi nadie se le ocurre coger un libro de poesía y ponerse a leer. Pero a veces, el azar pone a la poesía en su camino, como ocurre hoy con esta visita de Luis García Montero. El azar nos ha vuelto a sorprender.
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Alejandra Sola Ávila presentando a Luis García Montero |
Hasta los días previos, no fuimos conscientes de la envergadura del acto, y hubo un momento en el que acudimos a nuestro profesor de lengua, Juan Javier, en busca de ayuda.
Ese mismo día nos embarcamos en la vida de Luis García Montero. Una vez que iniciamos el trabajo de documentación e investigación, todo cambió radicalmente. Descubrimos que el escritor es persona, y que lo que escribe, forma parte de su vida.
De Fernando Valverde, que estuvo aquí el año pasado, hemos descubierto un viaje a México y un primer encuentro en Moguer. De Miguel Ríos, admiración fraternal y recíproca, traducida en cariño de paisanos. De Rafael Alberti, una descripción casi pueril y reveladora.
A veces cometemos el error de mitificar a los poetas, como seres inaccesibles que tienen la inmesa capacidad de crear en sus mentes realidades vastas y oníricas. Sin embargo, todo lo que hemos podido leer acerca de Luis parece desmentir nuestros dogmas literarios.
Poesía cercana, fácil de comprender, que sólo tiene una dirección: el lector, y que sólo proviene de un lugar: el corazón. La satisfacción del escritor, del poeta, es la reconfortante sensación de plasmar sobre el papel los pensamientos más profundos. Así, en el poema Confesiones de Luis, se manifiesta el profundo deseo de aguardar a alguien.
Yo te estaba
esperando.
Más allá del
invierno, en el cincuenta y ocho,
de la letra
sin pulso y el verano
de mi
primera carta,
por los
pasillos lejos y el examen,
a través de
los libros, de las tardes de futbol,
de la flor
que no quiso convertirse en almohada,
por debajo
de todo lo que amé,
yo te estaba
esperando.
Yo te estoy
esperando.
Por detrás
de las noches y la calles,
de las hojas
pisadas
y de las
obras públicas
y de los
comentarios de la gente,
por encima
de todo lo que soy,
de algunos
restaurantes a los que ya no vamos,
con más
prisa que el tiempo que me huye,
más cerca de
la luz y de la tierra,
yo te estoy
esperando.
Y seguiré
esperando.
Como los
amarillos del otoño,
todavía
palabra de amor ante el silencio,
cuando la
piel se apague,
cuando el
amor se abrace con la muerte
y se pongan
más serias nuestras fotografías,
sobre el
acantilado del recuerdo,
después que
mi memoria se convierta en arena,
por detrás
de la última mentira,
yo seguiré
esperando.
Para todos los que hoy estamos aquí, constituye un enorme placer el poder compartir este momento pleno de palabras sabias y cercanía con Luis.
A veces, las grandes cosas se consiguen con pequeños detalles. No podemos garantizar nada, pero es probable que alguno o alguna de vosotros hoy salga por la puerta del gimnasio sabiendo algo más. Es probable que la poesía haya despertado en vosotros de su letargo, pues creemos que todos llevamos un pequeño poeta dentro. Por tanto, como decía Oscar Wilde, “No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo”. Del cómo se deba decir, ya se encargarán otros. De momento, os animamos a que tengáis la inquietud de contar, de vivir e imaginar.
Sin más, queremos agradecer la presencia de Luis en el IES Rosa Navarro. Hoy podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el azar nos ha jugado una buena pasada.
Mª Teresa Muñoz Capel.
Alejandra Sola Ávila.
Alumnas de 2º bachillerato B.
I.E.S. Rosa Navarro.
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